22 de octubre de 2008

Aulas malsonantes

Trato de explicar a mis alumnos de secundaria que las lenguas, todas las lenguas, poseen diferentes registros, y no es apropiado utilizar el mismo tipo de lenguaje en una conferencia universitaria que tomando cañas con los amigos en un bar. Ni estando en un centro escolar, en presencia de profesores adultos, que haciendo botellón en donde puedan o les dejen. No les resulta fácil de entender. Y no me extraña.
“Vete a tomar pol culo”. “De puta madre, tío, de puta madre”. “Déjame el cuaderno, tía, no seas cabrona”. “Coño, vaya hostión que s’a dao” Y así las que quieran. Estas expresiones, tan habituales y cotidianas ellas, no están recogidas en el patio de un centro penitenciario, ni en una cantina de soldados, ni en una taberna llena de borrachos a las dos de la mañana. No. Las he escuchado, las escucho a diario, en los pasillos y patios de un prestigioso instituto de nuestra ciudad, a veces en las mismas aulas, en un centro educativo. Por los alumnos y alumnas, sin distinción de sexo; en este aspecto puede estar contenta la ministra de Igualdad. De hecho podrían escucharse, de modo habitual, en cualquier recinto académico de la geografía española por críos –y crías- que no han cumplido los doce años. Así que no digamos en un parque, en una plaza o cualquier lugar de la calle, por muy rodeados que estén de adultos, entre los que, a veces, se encuentran sus mismos padres.
Hay mucha gente que esto le parece de lo más moderno, natural, fresco y espontáneo. Vamos, que es progre y de buen rollo, y que hablar con corrección y cortesía es algo desfasado y cursi, y hasta los hay que tienden a asociarlo con los “tiempos de Franco”. Hablando en clase del tema, una niña de trece años confesó el otro día que si no hablaba con tacos los demás se reirían de ella. Da qué pensar.
Así que, con gran clarividencia progresista, a base de modernidad y tolerancia absoluta, hemos conseguido que nuestro país detente el dudoso honor de ser tal vez uno de los que peor se habla del mundo –y no me refiero ahora a lo estrictamente gramatical, que esa es otra- sino al volumen y frecuencia de tacos, expresiones soeces y palabras malsonantes por minuto, sin discriminación de lugar, sexo, contexto, edad o condición social o cultural. En este aspecto, democracia plena. De la televisión al supermercado, de la tienda al parlamento (“Manda huevos”, Trillo dixit), del salón de casa a la escuela o instituto nadie se reprime un juramento o el taco más maloliente, así estuviera en presencia del mismísimo Papa de Roma. Somos, sin duda, los más modernos.
Alguien podría inferir de mis palabras que siento inclinación hacia el lenguaje remilgado o que detesto los tacos. Nada más lejos de la realidad. Nuestro vocabulario es rico en tacos y exabruptos, y el habla de germanías ocupa un destacado lugar en nuestra tradición literaria. Precisamente por el carácter transgresor, sonoro y vocativo del taco hay que preservarlo para los lugares que por derecho y naturaleza le corresponde. Si un taco es pronunciado sin el menor pudor por una niña de doce años en un colegio ha perdido su esencia rompedora y se vacía de la expresividad que le es propia. El taco debe ser un bocinazo en el discurso, una punzada expresiva que rompe la monotonía de la oración.
El taco, el juramento, la expresión deliberadamente soez tiene su lugar, su ámbito, su territorio, y por su condición transgresora sus límites deben estar perfectamente marcados en los rincones oscuros, en los derroteros de la clandestinidad. Y éste no puede ser precisamente la escuela. Si el taco pasa a engrosar las filas del lenguaje cotidiano e incluso del supuestamente académico pierde el “encanto” de su propia grosería, la que se propone el que lo profiere. Ya no es nada; apenas una muletilla inexpresiva que no denota más que incultura, mala educación y zafiedad.
Sería largo analizar las razones por las que hemos llegado a esta aberración cultural que supone saltarnos a la torera los registros idiomáticos. Lo cierto es que los dirigentes políticos del “todo vale” y el buen rollito, los que siguen confundiendo la velocidad con el tocino, no sólo han conseguido una sociedad maleducada en todos los sentidos de la palabra, sino que además nos han robado la esencia de uno de los adornos más ricos y tradicionales de nuestra lengua castellana: el taco.

5 comentarios:

Marcos dijo...

Pues sí, incluso estos sucesos no son tan nuevos como aparentan; recuerdo que cuando yo era pequeño, mis padres no hacían más que repetirme que no dijese palabrotas y cuando iba con ellos y sus amigos no hacía más que oirlas una y otra vez. Luego soltabas un taco en clase con tus compañeros y nadie te decía nada, así que te sentías libre para soltar tantos tacos como te diese la gana.

Y como bien dices, de tanto usar una palabra, pierde su significado, quizás sea por eso por el que los adultos no se escandalicen cuando un niño diga "joder" o incluso "me cago en D***", porque en su vida la oyen tantas veces diariamente que ya no significa nada para ellos; son palabras huecas.

En conclusión, España es un país de malhablados y nos sentimos orgullosos de ello.

Felipe R dijo...

En primer lugar, estoy de acuerdo en general sobre el exceso de los tacos en la vida cotidiana, sin importar la edad del hablante, ni su clase social si bien no ha nombrado los medios de comunicación los cuales no son una excepción en este sentido.
el principal problema es que en los últimos tiempos el hecho de utilizar palabras malsonantes ya no está tan mal visto socialmente.
debiéramos educar a las nuevas genraciones en el otro sentido, pero mientras los políticos, deportistas y en general los personajes públicos no cambien será algo complicado.

Anónimo dijo...

Me ha llamado mucho la atención este artículo porque es un claro reflejo de lo que es la sociedad en la actualidad y como ha cambiado en pocos años.Nuestros padres por ejemplo sabían el lenguaje que tenían que usar en cada momento,no usaban el mismo lenguaje en clase con el maestro que con sus amigos y todo esto en la actualidad se ha perdido,ahora el raro por llamarlo de alguna manera es el que sabe expresarse bien en cada momento.Para concluir no sería malo volver al pasado porque cada vez esto irá a más y llegará un momento en que este problema ya no se pueda controlar.

Mónicalh dijo...

Estoy completamente de acuerdo con su artículo.
Cada vez se habla con mayor frecuencia de una manera vulgar y chabacana. Lo más alarmante es que este hecho se da cada vez a edades más tempranas. Esto es debido a que los niños desde pequeños escuchan las palabras que se pronuncian a su alrededor, y ellos las repiten, en muchos casos sin saber en un primer momento su significado. Y si las palabras que escuchan son "tacos" las repetirán sin preocupaciones.

Dado que esta práctica del mal uso del vocabulario esta muy extendida, deberíamos plantearnos resolver el problema desde la raíz, es decir desde los padres y la escuela intentar inculcar unos buenos hábitos de lenguaje y vocabulario.
Ya que cuanto más mayor es una persona, más díficil es cambiar los hábitos adquiridos.

Cambiar va a ser complicado, pero quizás con el tiempo y buena fé, se consiga no escuchar barbaridades de boca de niños de 10 amos.

Raquel dijo...

Al leer con atención este artículo me he dado cuenta que todo lo escrito es completamente cierto; la sociedad actual a modernizado su habla y a reducido a un único código informal toda su comunicación.
Cada vez se hace más evidente que los tacos en el habla cotidiana no tienen importancia alguna. Sucede lo mismo que con la escritura en los móviles; ya nadie se horroriza o no entiende palabras abreviadas como "K" o similares, los tacos se han convertido en muletilla habitual y utilizada por todos sin ningun pudor.
Mi más sincera opinión es que los tacos se estan extendiendo por muchos ámbitos y que será muy difícil que se dejen de usar. Esto es así porque son los mayores los que tendrían que educar a los más pequeños pero con el ejemplo y no es así.